¿VAS A CREAR UNA EMPRESA? EVITA ESTOS ERRORES

En el artículo anterior me permitía establecer una suerte de comparación entre el deporte y el emprendimiento a partir de rasgos que yo considero comunes a ambos como el esfuerzo, la competitividad, la resistencia a la frustración..., que aproxima la aventura de emprender a la práctica de un deporte incluso de riesgo. Pero el peligro se acrecienta si, además, cometemos errores.
En todos los inicios, también en los de un proyecto empresarial, el error se paga especialmente caro porque no hay mucho margen de maniobra. La frecuente inexperiencia, por otro lado, nos aproxima a la temeridad, adoptando decisiones equivocadas o ignorando datos vitales para el éxito. Por ello es bueno recordar aquí qué errores se pueden cometer en las primeras etapas de la creación de una empresa, tal y como con frecuencia expresan quienes han pasado por ello.
  • Ser "demasiado" optimista
No se trata de renunciar a la ilusión, y sobre todo a la pasión, que han de ser el combustible de todo emprendedor (más que el deseo de ganar dinero, por cierto). Se trata de no ignorar la posibilidad de que todo vaya mal y con ello la opción de anticipar las alternativas y herramientas que realmente podríamos manejar ante el peor de los escenarios, caso de ocurrir. No es fácil establecer el equilibrio entre lo deseable y lo posible, pero es necesario gestionar todas las variables, la del éxito y también la del fracaso.
  • Confundir idea con proyecto.  
No hay proyecto si no hay idea, pero el emprendedor sí puede equivocarse si cree que con tener la idea ya tiene el proyecto.  Es imprescindible un punto de arranque, llámese intuición, pálpito, idea, novedad…, que será el inicio de todo, pero se quedará en nada si no se arropa con un proyecto, negro sobre blanco, estructurado, meditado, viable, con un calendario, con una proyección económica; con la delimitación de los objetivos, los recursos necesarios de todo tipo y las etapas a través de las cuales la idea convertida en proyecto se irá haciendo realidad. Para entonces ya tendremos una empresa.
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  • Diseñar la empresa como si ya estuviera funcionando y olvidarse de la tesorería cuando ya está funcionando.  
Son dos fallos frecuentes. El primero es un pecado de inexperiencia y el segundo más bien de ingenuidad. Se suele decir que el papel lo aguanta todo y es, en efecto, fácil proyectar nuestra ilusión emprendedora en planos, esquemas, diagramas, flujos y cálculos. Pero no nos engañemos: el primer día de nuestra empresa “real”, y seguramente unos cuantos más, estaremos solos. Por eso el proyecto debe ser realista tanto en las dificultades iniciales como en los objetivos a alcanzar.

Por otro lado, cuando comprobamos que el negocio va avanzando, que funciona, podemos caer en una peligrosa dinámica bien sea de convertirnos en meros espectadores de nuestro éxito, o bien de quedarnos en la excitante superficie de la admiración y los halagos que podemos generar a nuestro alrededor. Si ello supone fijarnos solo en el dinero que “vamos a ganar” (incluso ya estamos ganando), olvidando que el concepto importante no es “beneficio” sino “tesorería”, tendremos a corto plazo un serio problema. No es lo mismo contar dinero que gestionar las finanzas de una empresa. Hay emprendedores que aún no lo saben. 
  • Pensar solo en el ROI (retorno de inversión).  
Aglutina algunos de los elementos ya apuntados que tienen que ver con los beneficios y, en general, con los aspectos financieros del nuevo negocio. ¡Por supuesto que si creamos una empresa es para ganar dinero! Hacerlo por otro motivo de fondo sería bonito pero algo utópico, o nos obligaría a cambiar el nombre Empresa por, quizá, el de ONG.
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Obtener cuanto antes un retorno de la inversión económica efectuada es un objetivo saludable y a ello hay que dedicar el mayor esfuerzo. Lograrlo, y además con la recompensa legítima de unos beneficios con los que también podremos mejorar nuestro negocio, es la aspiración prioritaria. Pero estamos en fase inicial y es casi seguro que en las primeras etapas tal retorno quede aún lejos. Por eso, no se puede pasar por alto definir desde el principio el nivel máximo de pérdidas que nuestra tesorería puede permitirse. Toda empresa es una apuesta y, como tal, conviene tener claro hasta dónde podemos apostar.
  • Olvidarse de aprender.  
La experiencia como empresarios va llegando con el tiempo. El conocimiento, sin embargo, debemos buscarlo y aumentarlo con el estudio nosotros mismos cada día. Mantener la mente abierta, con la curiosidad propia del principiante, y conservar la inquietud por aprender mantendrá nuestro negocio actualizado, algo vital en tiempos de cambio constante como los actuales. Es, además, una buena forma de evitar que la competencia nos sorprenda y la mejor para superarla.
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Eso sí, no confundamos información con conocimiento. Hoy la información la tenemos al instante, a golpe de clic, pero el conocimiento no nos la Wikipedia ni Google sino nuestro propio análisis y reflexión sobre los datos con los que contamos. Información para llegar al conocimiento, conocimiento para sustentar el aprendizaje, aprendizaje para adoptar las decisiones empresariales correctas.

Todos coinciden en afirmar que emprender es apasionante, incluso cuando se fracasa en el intento. Pero nadie dijo que fuera sencillo. Conocer en qué errores podemos tropezar seguramente nos puede ayudar al menos a levantarnos antes y continuar.

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