… Y SI FRACASAS, APRENDE.
Está en la ciudad sueca de Helsingborg y
para un Emprendedor debería ser lugar de peregrinación; algo así como el
estadio de Maracaná para un amante del fútbol o Graceland para un roquero. Se
trata del Museo del fracaso. Su
carta de presentación afirma, sencillamente, que “aprender es la única forma de
convertir un fracaso en un éxito.” Allí se exponen “cadáveres” de la innovación
y restos de prometedoras estrategias empresariales tales como la bicicleta de
plástico, la lasaña de Colgate, los Bic femeninos y otras curiosidades.
Apple, paradigma de empresa de éxito, acumula sonoros fiascos como el Macintosh TV del que apenas vendió 10.000 unidades, algo parecido a lo que ocurrió con el 20th Anniversary Mac, o su consola de videojuegos Pippin o esa maravilla del diseño (y nada más) que fue el Power Mac G4 Cube. La primera empresa creada por Bill Gates, Traf-O-Data, dedicada a recopilar datos de tráfico, no brilló por su éxito. Hasta Walt Disney fue despedido en sus inicios por su falta de creatividad y tampoco prosperó con su primera iniciativa empresarial, Laugh-O-Gram Studio.
Apple, paradigma de empresa de éxito, acumula sonoros fiascos como el Macintosh TV del que apenas vendió 10.000 unidades, algo parecido a lo que ocurrió con el 20th Anniversary Mac, o su consola de videojuegos Pippin o esa maravilla del diseño (y nada más) que fue el Power Mac G4 Cube. La primera empresa creada por Bill Gates, Traf-O-Data, dedicada a recopilar datos de tráfico, no brilló por su éxito. Hasta Walt Disney fue despedido en sus inicios por su falta de creatividad y tampoco prosperó con su primera iniciativa empresarial, Laugh-O-Gram Studio.
En
la empresa, como en la vida, el riesgo a fracasar es omnipresente y la
confirmación fáctica de tal riesgo, frecuente.
El fracaso es siempre consecuencia de un
error, que generalmente es propio y a veces derivado de cambios circunstanciales
imprevistos para los que no estábamos preparados; el error, en cualquier caso y
aunque sea ajeno, también cuando son las circunstancias las que se equivocan, existe
y nos afecta.
Fracasar
no pasaría de ser algo anecdótico si no produjera, entre otras, dos
consecuencias que nos alteran profundamente: la dolorosa frustración de unas
expectativas insatisfechas y la no menos punzante evidencia de nuestras propias
limitaciones. …Y eso duele. No voy, por tanto, a caer en el recurso tan
manido por los gurús de la motivación de convertir el fracaso en algo bueno per
se. Estrellarse, en cualquier ámbito de la vida, nunca es bueno, como tampoco
lo es la enfermedad, ni la pobreza extrema, ni el dolor sea del tipo que sea.
No nos confundamos: una cosa es ser inteligentes y maduros para asumir e
intentar revertir lo que, inevitable o no, nos hace sufrir, y otra ser gilipollas
(con perdón). Por tanto, no conviene
aspirar al fracaso como ideal ni tan siquiera terapéutico, pero sí es
recomendable aceptarlo como realidad cuando menos enriquecedora.
http://holatelcel.com/wp-content/uploads/2016/10/que-pasaria.jpg |
EL FRACASO PRODUCTIVO
En palabras del experto en comunicación y
reputación Miguel Del Fresno: “Existe una cierta corriente de opinión que
tiende a proponer el fracaso empresarial y, por tanto, personal casi como una
necesidad (…) La idea ingenua subyacente es la de que el fracaso es necesario y
bueno en sí mismo y, además, es una suerte de acelerador para el éxito”. No
es así, como decíamos, si bien un fracaso empresarial, en el imaginario
contable, no debería por inercia incluirse en el pasivo sino en el activo, siempre
que exista la capacidad de extraer las enseñanzas oportunas. El mismo autor nos
da unas magníficas pautas para ello: dotes
analíticas, inteligencia, autocrítica y capacidad para el aprendizaje. Mejor
evitar, por tanto, la tentación de olvidar, como si una organización pudiera
eludir las cicatrices que su propia evolución le va dejando. Muy al contrario, un revés empresarial ha de ser objeto de
estudio para encontrar causas, responsables y tratamiento que evite recaídas
futuras.
En este proceso, la honestidad y
autocrítica son básicas. Es verdad que la tendencia es socializar los
infortunios repartiendo culpabilidades, pero semejante estrategia de
autodefensa por parte de los equipos directivos demuestra muy poca
inteligencia. Claro que para que la autocrítica surja como natural hace falta
que el error se asuma como posibilidad inherente también a las decisiones
empresariales por parte de toda la organización.
Como sabe cualquier empresario avezado y
ya curtido, un Emprendedor debería ejercitarse desde el principio, hasta incluirlo
en su propio ADN profesional, en una virtud: la tolerancia a la incertidumbre.
Y, en mi opinión, la sociedad en la que
estamos tendría por su parte que sustituir la mirada de lástima ante quien ha
sucumbido en su objetivo de negocio por la de admiración … por haberlo intentado.
En esto, la cultura emprendedora norteamericana nos da una lección hasta el
punto de que es normal mencionar en el curriculum los “proyectos fallidos” porque,
en ese primer filtro, se sabe que tal dato de la biografía del aspirante puede
tener un importante valor positivo. Aquí oscilamos entre las condolencias al perdedor
y la crítica feroz al triunfador.
EL TROPIEZO COMO OPORTUNIDAD
Fracasar
no es el ideal, ni tan siquiera es bueno por mucho que de ello se deriven
enseñanzas útiles. Que aprendamos a reconocer y valorar tales enseñanzas no
significa que tengamos que adquirirlas a base de bofetones. Pero las hay, sin
duda, y me permitiré destacar algunos valores que los infortunios incluyen, ocurran
en el inicio o en el devenir posterior de la empresa.
1º/ Tomar
conciencia de la realidad. La ilusión es un motor imprescindible ante
cualquier nuevo proyecto, pero, a veces, los hechos nos enfrentan a la excesiva
distancia que puede haber entre las expectativas y lo que en realidad se ha
logrado. Tener los pies en lo que vemos, tenemos y podemos es siempre un
ejercicio saludable para que, en el futuro, el prometedor horizonte al que
aspiramos no se inunde de nubarrones de frustración.
2º/ Reajustar
equilibrios entre arrojo y prudencia. El fracaso puede llegar también tanto
por exceso como por defecto de alguno de tales rasgos en la forma de
desarrollar el proyecto. Compensar los frenos y aceleradores de nuestra forma
de ser de manera más equilibrada y efectiva nos viene de la mano de las
segundas oportunidades.
3º/ Conocer
aún mejor las debilidades y fortalezas propias y del proyecto. Es la gran
enseñanza que, de hecho, incluye todas las demás posibles. Todo plan de negocio
incluye una estrategia de Marketing que, a su vez, se suele apoyar en un
análisis DAFO. El modelo puede sernos muy útil para descubrir dónde y por qué
han sobresalido las fragilidades o/y, en su caso, se ha demostrado mayor
robustez en el conjunto del proyecto fallido.
4º/ Volver
a la casilla de salida. Puede parecer un contrasentido, pero regresar al
principio, tras concluir que habíamos iniciado un camino sin salida, significa
tener de nuevo ante nosotros todas las opciones. El concepto japonés “IKIGAI”
(razón de vivir), aplicado al Emprendedor y a cualquier innovación que se
introduzca en la empresa incluye cuatro preguntas cuya respuesta clarifica
bastante las iniciales incertidumbres. Estas son: qué te gusta hacer, qué eres
bueno haciendo, qué necesita la sociedad y qué te puede pagar el mercado. Esos
son los tacos de salida de nuestra nueva carrera y tener la oportunidad de
poder apoyarnos de nuevo en ellos no deja de ser una gran oportunidad para
volver a empezar.
… Y, aunque no sea una virtud intrínseca
al fracaso, permítaseme que, como terapia, recomiende de nuevo un cierto
sentido del humor. Relativizar los errores ayuda a situarlos en su justa
posición. Quizá algunos no tengan ya solución y dejen una muesca permanente en
la organización, pero, salvo tales excepciones, casi todos admiten correcciones.
Por tanto, tras la autocrítica, no viene mal esbozar una sonrisa y,
continuación, recopilar, analizar y sacar conclusiones.
Se llama “Fuckup Nights” y se define como un
movimiento global para compartir historias de fracaso profesional sobre
negocios que se han ido al traste, socios que no resultaron la mejor compañía o
productos destinados al olvido. Al estilo TEDEx, pero con un aire más casual, organizan charlas por todo el
mundo en las que ejecutivos, emprendedores, empresarios cuentan su particular y
“enriquecedor” fracaso. Toda una lección para entender que, puestos en tal
tesitura, ni somos los únicos ni tan siquiera nos cabe el honor de haber sido
los más zoquetes.
Comentarios
Publicar un comentario